Creería que sólo los años nos permiten diferenciar lo uno de lo otro. En el primer caso, “lealtad” es un valor, e inclusive un principio de honestidad y de respeto, mientras que el segundo; “temor reverencial”, es el miedo y pánico, frente al comportamiento ruin manifiesto por algunas personas.
A lo largo de las distintas experiencias y por ajenas vivencias, he conocido el aplomo de algunas personas, que obran de manera leal, sin complicidad y lejos de engaños; pero también he constatado, la forma miserable, con la que algunos sucumben frente al liderazgo pueril que otros ostentan.
La “lealtad” como valor, hace parte de todas las sociedades, del mundo laboral, de la política, de las relaciones interpersonales, de las comunidades y demás expresiones o formas de sociedad donde coexista la humanidad misma.
Cuando se habla de cualquiera de las dos formas anteriores, que desde lejos pueden apreciarse como “lealtad”, es importante entender el comportamiento en ambos escenarios, y quiero decir con ello: la parte “leal” con la otra, y la parte que motiva o inspira dicha “lealtad”; hablar de éste valor o principio, implica tocar las finas líneas de la ética, y en éste sentido, hago una mención propositiva respecto de la “lealtad”. La ética toma valor relevante, porque siempre la veremos acompasar con el comportamiento. Veamos cada uno de los contextos:
La parte “leal” con la otra. Es un craso error actuar en medio del servilismo, no es fácil mantener la espontaneidad, sin embargo la “lealtad”, debe ser una motivación, e inclusive una inspiración que nos mueva a hacer algo “sin el qué dirán”. Ser “leal”, es también un comportamiento de “buenos y malos”, en ésta ocasión, cito la “lealtad” como elemento inmerso en las buenas prácticas. Actuar con “lealtad”, es obrar con amor, respeto y admiración, nunca con aprensión. Lealtad no podrá entenderse como complicidad, manguala o confabulación; traspasar esa delgada línea, puede ser propicio para el sometimiento.
La parte que motiva o inspira dicha “lealtad”. Nunca podrá hacerse alarde de la misma, ésta es una conducta pobre cuando la “lealtad” del otro, se convierte en un “haber”. Personalmente considero, que sí se llegara a despertar el sentimiento de “lealtad” de otra persona, lo único con lo cual, podría retribuirse, sería con el mismo respeto y admiración. En los avatares de la vida, algunas respuestas frente a la amistad y el colegaje, han sido instrumento de poder, para hacer apología de falsos liderazgos y actuar ante sus “leales” sometidos.
La lealtad no es un tema trivial, sin embargo me he atrevido en pocas líneas a compartir mis apreciaciones en torno a esta virtud, para que sin importar la escena que nos ocupe, sea éste un verdadero valor de amor, respeto y admiración.
Juan Diego Restrepo H.On Twitter @JUANDRPO